Los ensayos clínicos han demostrado que se puede mejorar la condición física durante el cáncer hasta un 35%, haciendo ejercicio de forma constante y progresiva de 2 a 3 veces por semana, disminuyendo el riesgo de complicaciones y recurrencia.
Se ha demostrado a través de la evidencia científica que el ejercicio físico es una potente herramienta para poder paliar y tratar estos efectos secundarios de manera segura y eficaz, así como mejorar la calidad de vida, aumentar la supervivencia y mejorar la tolerancia a los tratamientos convencionales.
Es por ello, que la inclusión de un programa de ejercicio físico personalizado y supervisado por un equipo multidisciplinar, es muy recomendable para aquellas personas que se encuentren en cualquier fase del proceso oncológico (previo a los tratamientos, durante o tras haber finalizado los mismos).